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El sistema financiero argentino enfrenta un panorama complejo debido al creciente aumento de la morosidad en tarjetas de crédito y préstamos personales. Esta situación, que podría profundizar la caída de las acciones bancarias, se vincula directamente con el deterioro del poder adquisitivo y las elevadas tasas de interés, lo que impacta negativamente en los ingresos familiares.

Según el último informe de la consultora Labor, Capital and Growth (LCG), la tasa de mora en abril alcanzó el 2,9% en tarjetas de crédito y el 4,6% en préstamos personales. Las entidades bancarias ya anticipan que esta tendencia ascendente continuó durante mayo y junio. El estudio de LCG detalla que los incumplimientos comenzaron con pagos mínimos apenas por encima de lo requerido, evolucionando luego a la incapacidad de cubrir incluso ese mínimo.

Las repercusiones de este escenario ya se sienten en el mercado bursátil. Las acciones de los bancos cotizadas en el S&P Merval reflejan caídas significativas en lo que va de 2025. Grupo Supervielle lidera con un retroceso del 25%, seguido por Banco Macro (-24,3%), Grupo Financiero Galicia (-15%) y BBVA (-11,5%). Si bien parte de esta baja responde a factores macroeconómicos más amplios, el incremento de la morosidad intensifica la presión sobre los balances de las entidades.

La Cámara Argentina de Empresas de Servicios Financieros (CAEFPI) ha confirmado un notable aumento en la mora temprana, que pasó del 7-8% al 13-15% en varios prestadores. A esto se suma la advertencia de Moody’s, que señaló que, entre junio de 2024 y enero de 2025, la relación deuda/salario promedio creció un 72%, alcanzando niveles similares a los de 2018. La agencia calificadora proyecta que la morosidad seguirá en aumento mientras persistan las tasas reales positivas y no haya una recuperación salarial significativa.

Este complejo escenario genera interrogantes sobre el futuro del consumo doméstico. Si el nivel de incumplimientos continúa escalando, la extensión del crédito a las familias podría desacelerarse, afectando el rol que el consumo representa como sostén de la economía. En respuesta, los bancos ya están incorporando mayores previsiones por pérdidas crediticias, anticipándose a un posible deterioro en la calidad de sus carteras.