La economista turca Ceyla Pazarbasioglu, directora del Departamento de Estrategia, Política y Revisión (SPR) del Fondo Monetario Internacional, comunicó que dejará su cargo antes de fin de año. La noticia generó repercusión interna en el organismo, sobre todo por su papel central en la evaluación de la deuda argentina, a la que definió como “prácticamente impagable” en un informe publicado en abril.
El SPR es considerado el “cerebro” del Fondo: diseña la política de préstamos, revisa los programas de asistencia y redacta los documentos que influyen en la percepción de los mercados. Bajo la conducción de Pazarbasioglu, ese departamento endureció los análisis de sostenibilidad de deuda, recomendó reformas más profundas y ubicó a la Argentina entre los países de mayor riesgo.
Su salida ocurre en un momento delicado, cuando el acuerdo vigente con el gobierno de Javier Milei enfrenta dudas de cumplimiento. Los vencimientos de 2025 superan los 20.000 millones de dólares, y en el propio staff técnico reconocen que la probabilidad de incumplimiento es elevada. “La exposición con Argentina supera el 1.300% de la cuota, es un nivel inmanejable”, confió a La Política Online un funcionario del Fondo.
El retiro de Pazarbasioglu se suma a otras salidas resonantes, como la de Gita Gopinath, ex subdirectora del FMI, que regresó a la vida académica en Harvard. En el pasado, otros funcionarios también quedaron en el camino tras acuerdos fallidos con Buenos Aires, entre ellos Christine Lagarde y David Lipton. En la jerga interna, cada negociación con Argentina parece traer aparejada la renuncia de algún alto cargo.
El comunicado oficial del FMI fue escueto: destacó su gestión durante la pandemia, la implementación de los Derechos Especiales de Giro y la creación de fondos de emergencia, sin referencias a la controversia argentina. Sin embargo, dentro del organismo admiten que su salida puede facilitar la estrategia de “acomodar” el actual programa con Milei, sin las advertencias tajantes que Pazarbasioglu había dejado por escrito.
La relación de Argentina con el FMI arrastra décadas de desencuentros. Cada programa fue anunciado como la solución definitiva y terminó en crisis: metas fiscales incumplidas, devaluaciones, inflación acelerada y renegociaciones interminables. El retiro de Pazarbasioglu no solo marca el final de una etapa en el organismo, sino que refuerza la idea de que la Argentina sigue siendo una prueba de fuego que erosiona la carrera de quienes deben administrarla desde Washington.