La propuesta surge del trabajo conjunto del PRODA y equipos de Salud, y busca sistematizar en un recetario todo el saber popular que circula por las huertas comunitarias y que practican los huerteros y huerteras de Neuquén.
En cada surco, cada siembra y cada infusión preparada con manos sabias, florece un saber ancestral que resiste el olvido. La Red de Huertas en Salud, junto con equipos de salud y el Programa de Desarrollo Agroalimentario (PRODA), impulsa una propuesta profundamente arraigada en el territorio: la construcción colectiva de un recetario popular de plantas saludables, que recupera las voces y prácticas de huerteras y huerteros de distintas localidades de la provincia.
El proyecto surge desde abajo, como semilla germinada en encuentros previos, donde las propias protagonistas manifestaron la necesidad de poner en valor lo que ya saben, lo que se transmite en las rondas de charla, en el hacer cotidiano, en los saberes que se cuidan más en la oralidad que en los libros.
“La idea surge de la gente. Desde el 2015 que venimos trabajando junto a los equipos de salud y compañeras del PRODA, pensando en cómo usamos las plantas para la salud, para cuidar a las familias y también a los cultivos”, cuenta Andrea Properzi, licenciada en Trabajo Social. El enfoque no es enseñar, sino escuchar. En lugar de imponer propiedades o recetas desde un saber técnico, se busca dar lugar a las voces locales, a las experiencias vividas, a lo que se aprende en la tierra y se transmite en comunidad.
En esa línea, las huertas comunitarias se convierten en espacios pedagógicos, terapéuticos y de construcción de identidad, donde la agroecología es la base y la salud integral, el horizonte. La recuperación de saberes, más que un ejercicio intelectual, se vuelve una estrategia de salud comunitaria y de autonomía territorial, es el caso de la Huerta Comunitaria del barrio Mariano Moreno, de Neuquén capital.
“Queremos que el recetario refleje los saberes que ya circulan en las comunidades. Por eso, evitamos hablar desde un lugar técnico sobre las propiedades, porque lo importante es lo que las huerteras cuentan, lo que ya hacen, cómo lo usan. Es un rescate de lo popular, de lo que circula”, explica Properzi.
Las dinámicas de trabajo son diversas, adaptadas a cada grupo y realidad. Algunas huertas ya comenzaron talleres participativos donde, planta en mano, se comparten usos, nombres, historias. “Invitamos a que elijan plantas, que hablen de las que más usan, las que más les gustan”, detalla Mariana Benotti, ingeniera agrónoma y parte del equipo técnico. El objetivo final: que cada huerta elabore su propio recetario, único y anclado en su territorio, y que seleccione una receta para presentarla en el gran Encuentro de la Red prevista para el 7 y 8 de noviembre en Junín de los Andes.
A la fecha, las plantas más mencionadas, por los huerteros y huerteras durante los talleres, son: romero, llantén, malva, lavanda, caléndula y jarilla se repiten como ingredientes centrales en las prácticas de cuidado. “El llantén, por ejemplo, muchos lo consideran un yuyo, pero lo valoramos un montón por sus múltiples usos. Es increíble lo que saben las comunidades sobre estas plantas”, resalta Benotti.
Detrás de cada preparación —una infusión, un ungüento, una tintura— hay una memoria colectiva en riesgo. “Si no colaboramos hoy para que estos conocimientos sigan circulando, perdemos parte de nuestra identidad. Son saberes que se transmiten de boca en boca, y que muy pocos están sistematizados”, alerta Benotti. De ahí la importancia de este recetario: escribir lo que antes se decía, sin borrar el origen de esas palabras.
La propuesta también abre el diálogo con otros saberes. Desde PRODA se articula con profesionales de la salud, biólogas y bioquímicas del ámbito universitario. “La idea es integrar distintas miradas, sin que una invalide a la otra. Que se reconozca el valor del conocimiento popular y también se pueda pensar en articulaciones institucionales que permitan, por ejemplo, tener un laboratorio donde se elaboren estos preparados de forma segura”, plantea Properzi.
Así, el recetario se proyecta como mucho más que un compilado de recetas: es una herramienta pedagógica, productiva y de salud comunitaria. Permite planificar qué especies cultivar en cada huerta, cómo multiplicarlas, y da sentido a prácticas de valor agregado como el secado, la maceración, los preparados naturales y el intercambio solidario.
En cada huerta, en cada ronda, en cada planta nombrada, las mujeres asumen un rol central. “Tienen que ver con las tareas de cuidado, con la producción de alimentos saludables, con nutrir la tierra y a las familias. Son protagonistas desde el hacer, desde lo cotidiano y desde lo colectivo”, afirma Benotti.
Y cuando en noviembre los caminos se crucen en Junín de los Andes, el aroma a lavanda, jarilla o caléndula no será solo perfume: será el testimonio vivo de comunidades que cultivan salud desde la tierra, y conocimiento desde el corazón.