Las celebraciones de fin de año suelen estar asociadas a banquetes abundantes y temperaturas elevadas, una combinación que puede poner en riesgo nuestra salud si no se maneja con criterio. Ante este escenario, la nutricionista Claudia Martínez Garcete compartió una hoja de ruta para evitar los excesos y las descompensaciones típicas de esta época.
El equilibrio hídrico: la clave contra el calor
Dado que las fiestas coinciden con el pico del verano, la hidratación es el pilar fundamental. El consumo de alcohol, habitual en los brindis, actúa como un deshidratante natural que, sumado al calor, puede generar malestares graves.
·La técnica del "uno y uno": La especialista sugiere intercalar cada copa de alcohol con un vaso de agua mineral. Este hábito no solo reduce el impacto del alcohol en el cuerpo y previene la resaca, sino que garantiza que el organismo se mantenga hidratado.
·Alternativas naturales: Para quienes buscan frescura sin graduación alcohólica, recomendó las aguas saborizadas caseras, utilizando rodajas de cítricos como limón o naranja, y hojas de menta para un toque refrescante.
Derribando el mito del ayuno previo
Uno de los errores más comunes es evitar comer durante todo el día para "tener hambre" en la cena de Navidad o Año Nuevo. Según Martínez Garcete, esto es contraproducente:
"El descontrol alimentario surge cuando llegamos a la mesa con un hambre voraz. Lo ideal es respetar el desayuno y un almuerzo liviano para mantener la rutina y llegar a la noche con la capacidad de decidir qué y cuánto comer".
Consejos para una mesa consciente
La nutricionista enfatiza que el objetivo no es la restricción, sino la moderación. Sus pautas principales incluyen:
1.Escucha biológica: Frenar la ingesta cuando aparece la sensación de saciedad, evitando comer solo por inercia o compromiso social.
2.Porciones controladas: No hay alimentos "prohibidos", sino cantidades inadecuadas. Disfrutar de todo, pero en medidas razonables.
3.Retomar la normalidad: Al día siguiente, es vital volver a la alimentación habitual y moverse. "Si no hay hambre al despertar, no hay por qué forzar la comida; el cuerpo sabe cuándo necesita retomar", señaló.
Atención a los grupos de riesgo
Finalmente, la especialista recordó que el control debe ser más riguroso en niños, adultos mayores y personas con patologías crónicas. Pequeños ajustes en la conciencia alimentaria pueden ser la diferencia entre una celebración amena y una visita de urgencia al hospital por malestares evitables.
