La histórica firma Lácteos Verónica atraviesa uno de sus momentos más oscuros. Tras el quiebre de los compromisos salariales asumidos con el gremio Atilra, el conflicto laboral se ha reavivado, dejando fuera de servicio las instalaciones productivas de Clason, Lehmann y Suardi. Lo que comenzó como un problema de pagos se ha transformado en una crisis estructural que amenaza la continuidad de la compañía.
El detonante laboral y la falta de insumos
El acuerdo que establecía pagos semanales de un millón de pesos por operario para sanear deudas previas se desmoronó durante diciembre. La respuesta de los trabajadores fue inmediata: cese de actividades y retención de tareas. Sin embargo, la protesta se encuentra con un escenario desolador: las plantas están vacías.
Sin materia prima: La empresa no cuenta con leche propia para procesar. La planta de Clason está inactiva por falta de suministros, y las demás sedes han dejado de fabricar productos bajo la marca Verónica.
Fuga de tamberos: La desconfianza de los productores ha vaciado los silos de la firma. Muchos han decidido enviar su producción a la competencia para asegurar el cobro.
Un pasivo financiero asfixiante
La salud contable de la empresa refleja la magnitud del colapso. Según los registros del Banco Central, la firma acumula cheques sin fondos por una cifra superior a los $10.900 millones.
A este rojo financiero se suma una deuda externa con el sector primario que escalaría a los 60 millones de dólares, de los cuales casi un tercio corresponde estrictamente a leche cruda entregada y nunca pagada. Esta situación afecta directamente a más de 150 tambos, transportistas y proveedores que no reciben pagos desde principios de año.
El futuro: ¿Venta o cierre definitivo?
Para intentar mantenerse a flote, la empresa recurrió al fasón (procesar leche para terceros), pero este contrato vence el 8 de enero, dejando un vacío operativo total para el inicio de 2026.
En este contexto, los rumores de venta han cobrado fuerza:
Interés externo: Se detectaron movimientos de representantes de Adecoagro en la planta de Clason, lo que alimentó versiones sobre una posible adquisición o alianza estratégica.
Conflicto familiar: Fuentes cercanas a la empresa indican que las discrepancias entre los miembros de la familia Espiñeira —dueños de la láctea— estarían bloqueando cualquier salida negociada o decisión de venta definitiva.
Con las fiestas de fin de año en puerta y sin un flujo de caja que permita normalizar salarios ni recuperar la confianza de los proveedores, el destino de Lácteos Verónica pende de un hilo, mientras los acreedores comienzan a coordinar acciones legales y protestas para recuperar su capital.
