Un episodio de conmoción y luto profundo sacudió a las comunidades de la zona norte de Río de Janeiro tras una incursión de las fuerzas de seguridad que derivó en el número de víctimas fatales más alto jamás registrado en un operativo policial en el estado.
En la madrugada de este miércoles, habitantes del Complexo da Penha movilizaron más de sesenta cuerpos y los dispusieron en la plaza São Lucas, en un acto desesperado por visibilizar las consecuencias del suceso. Las autoridades de Defensa Civil intervinieron en la mañana para comenzar el levantamiento de los restos, y para el mediodía, el saldo oficial de la tragedia había escalado a 132 personas fallecidas.
El hallazgo y las marcas de violencia
Los cadáveres fueron recuperados del área boscosa que conecta los complejos de Alemão y de la Penha, el epicentro de la reciente acción policial.
Flávia Fróes, abogada que presenció el retiro de los restos, relató que varios cuerpos mostraban señales de extrema violencia, incluyendo lo que describió como "impactos de bala en la nuca, lesiones punzantes en la espalda y heridas en las extremidades inferiores". Ante la magnitud y el tipo de heridas, diversas organizaciones y activistas de derechos humanos han elevado una petición formal a la Comisión Interamericana de DD. HH. (CIDH) para que se autorice la presencia de investigadores y peritos internacionales. Fróes no dudó en catalogar la operación como "la masacre más grande en la historia de Río de Janeiro".
Identificación en medio de la agonía
El proceso de traslado de los fallecidos fue asistido por ciudadanos comunes, incluyendo a personas en situación de calle y, de forma perturbadora, menores de edad. El periódico Folha de San Pablo reportó la participación de un niño de unos nueve años. Un detalle escalofriante fue la condición de uno de los cuerpos: se encontró decapitado, siendo su cabeza transportada separadamente en una bolsa.
El ambiente en la plaza se tornó desgarrador. Los cuerpos, colocados en hileras sobre el suelo, estaban rodeados por vecinos que buscaban desesperadamente a sus parientes. "Policía asesina, ¿dónde está mi hijo?" fue el grito desgarrador de una mujer. Otra madre narró haber localizado el cuerpo de su hijo de veinte años en la zona de vegetación con las muñecas sujetas o atadas.
Mujeres se abrazaban y lloraban inconsolablemente tras lograr identificar a sus seres queridos. El activista local Raull Santiago explicó que la exhibición pública de los cuerpos fue una decisión deliberada de los familiares para mostrar al mundo las condiciones en las que fueron encontrados. "Una escena que pasa a formar parte de la historia del terror de Brasil", concluyó.
