Imagen
Señor Director:
Ayer caminé por el centro de Cutral Co y algo me inquietó profundamente.

Vi tantos niños disfrazados por Halloween… tanto color, tanto entusiasmo, tanta energía puesta en una fecha que ni siquiera nació en nuestra tierra.

Y entonces me pregunté — con dolor sincero —

¿por qué ese mismo fuego no se enciende el 9 de julio?

¿por qué no ocurre lo mismo el Día de la Tradición?

¿por qué nuestras fechas patrias parecen apagarse en silencio mientras lo extranjero nos deslumbra como si fuera oro verdadero?

No critico Halloween. Celebrar no es pecado. Somos un pueblo alegre — y está bien que juguemos —.

Pero me duele que amar nuestras raíces parezca “pasado de moda”.

Tenemos una historia inmensa.

Tenemos héroes que caminaron esta tierra con el pecho descubierto.

Tenemos costumbres, sabores, lenguajes, música y símbolos que nacen de este suelo argentino,
y sin embargo miramos hacia afuera para encontrar identidad.

Yo no quiero que nuestras raíces se diluyan.

Quiero que un niño se disfrace de gaucho con el mismo orgullo con el que se pone una máscara de calabaza.

Quiero que la bandera flamee con fuerza en nuestras plazas — no solo en las redes sociales —.

Quiero que los corazones vuelvan a sentir que ser argentino no es una carga: es un honor.

El mundo globalizado no es excusa para olvidar quiénes somos.

Celebremos lo externo si queremos — pero no olvidemos celebrar lo propio con la misma pasión.

Porque un país sin raíces no tiene futuro.