La enfermera Daniela de Oliveira Mota, de Médicos Sin Fronteras (MSF), describe un escenario "peor de lo imaginado" en Gaza, donde la falta de lo más básico para la supervivencia humana ha desatado una crisis de desnutrición sin precedentes. Después de trabajar en zonas de conflicto armado, De Oliveira Mota, gerente de actividades de enfermería de MSF, asegura que nada se compara con la realidad que vive en la Franja.
En los centros de alimentación terapéutica de MSF, que no existían antes del conflicto iniciado en octubre de 2023, se atiende actualmente a más de mil pacientes por desnutrición, la mayoría niños entre seis meses y cinco años, además de mujeres embarazadas y lactantes. "Cada semana los números son mayores", lamenta De Oliveira Mota, consciente de que estas cifras son solo una fracción de la realidad debido a las severas limitaciones de suministros y personal.
Una hambruna "provocada" y generalizada
La situación confirma las advertencias de más de un centenar de ONG, incluyendo MSF, Save the Children y Oxfam, que denunciaron una "hambruna masiva" en Gaza. Antes del 7 de octubre de 2023, la desnutrición aguda era prácticamente inexistente en la región. Ahora, se ha convertido en una epidemia que, según De Oliveira Mota, incluso empieza antes del nacimiento, con numerosas mujeres embarazadas desnutridas, muchas de las cuales no superan los 40 kilos a los seis meses de gestación.
Las cifras oficiales respaldan la gravedad: 21 niños murieron por desnutrición o hambre en las 72 horas previas al testimonio de la enfermera, según el hospital Al Shifa. La UNRWA reporta que uno de cada diez niños menores de cinco años padece desnutrición, y el Programa de Alimentos de la ONU estima que medio millón de personas sufren hambruna.
Un caso que marcó profundamente a De Oliveira Mota fue el de un bebé de 40 días, cuya madre lo había abandonado y cuyo padre había fallecido. El abuelo, desesperado, le dio solo agua durante dos días por no conseguir fórmula láctea. "Algo que normalmente es tan simple, acá ahora es prácticamente imposible", relata la enfermera, quien pasó horas intentando conseguir una lata de fórmula.
El bloqueo y sus consecuencias
La crisis se intensificó drásticamente el 2 de marzo, cuando Israel impuso un bloqueo total que impidió la entrada de alimentos, agua, medicamentos y otros suministros esenciales durante casi tres meses. Aunque en mayo se permitió el ingreso de ayuda "mínima", los efectos persisten. "Sabemos que tenemos lo que necesitamos en el otro lado de la frontera", expresa De Oliveira Mota con frustración. "Hay muchísimos alimentos, suministros, todas las cosas que necesitamos están esperando para poder entrar". Para ella, la hambruna actual es "intencional" y "podría terminar mañana" si se abrieran las fronteras.
Israel justifica el bloqueo como una medida de presión a Hamas para liberar a los 50 rehenes restantes del ataque del 7 de octubre, aunque la ONU niega que Hamas desvíe ayuda humanitaria de forma significativa.
La desnutrición materna agrava el ciclo. Aunque algunas madres desnutridas logran amamantar, la falta de agua, las condiciones precarias en tiendas de campaña y el trauma emocional afectan la producción de leche. MSF, que atiende a 700 mujeres embarazadas/lactantes y 500 niños con desnutrición grave o moderada en solo dos centros, a menudo debe esperar a que el estado del niño sea crítico para poder hospitalizarlo. COGAT, la autoridad israelí, asegura no restringir la entrada de alimentos para bebés y haber entregado más de 1.400 toneladas en las últimas semanas.
Caos en la distribución de ayuda y desesperación en los hospitales
La distribución de ayuda se ha convertido en un riesgo mortal. De Oliveira Mota fue testigo de cómo un hombre murió en urgencias, junto a su hijo de seis años, tras ser atropellado por un camión de distribución de alimentos que, según la enfermera, tenía órdenes israelíes de no detenerse. La ONU reporta que más de 1.000 palestinos han resultado heridos o muertos por fuerzas israelíes al intentar recoger ayuda desde finales de mayo.
El sistema de distribución actual, gestionado por la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF) con apoyo de EE. UU. e Israel, en lugar de los mecanismos de la ONU, está "diseñado intencionalmente para crear el caos", según De Oliveira Mota. "Las personas van a buscar comida y vuelven heridas de bala todos los días", denuncia.
Los cortes eléctricos complican aún más la atención médica. Los centros funcionan con generadores solo unas horas, dejando a oscuras a equipos y pacientes durante la noche. El hambre también afecta al personal sanitario, que en ocasiones trabaja sin comer. MSF ahora garantiza una comida diaria para su personal, pero muchos trabajadores humanitarios no pueden acceder a alimentos por su escasez o precios elevados.
Cada día, De Oliveira Mota enfrenta la impotencia de no poder ofrecer soluciones completas a madres desesperadas. "Nunca, nunca hubo un bloqueo de ayuda humanitaria", enfatiza la enfermera. El conflicto, que inició con el ataque de Hamas del 7 de octubre, ha provocado más de 59.000 muertes palestinas, y UNICEF reporta que más de 17.000 niños han fallecido en 21 meses, un promedio de 28 diarios.
"La población civil está sufriendo muchísimo. No tienen un minuto de paz. No tienen comida. No tienen seguridad. Nada en la vida está funcionando normalmente", concluye De Oliveira Mota. Su solución es clara: "Abrir las fronteras, permitir el acceso humanitario" sin restricciones, pues "hay suficientes suministros, con organizaciones que saben distribuirlo de una manera segura".